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- La Piscina (VI)
Publicado por : Adycto
15 de xaneiro de 2014
Nova entrega do noso relato "La Piscina". se queredes lelo dende o comezo premede neste enlace.
Pablo apenas había pegado dos caladas ansiosas a su pitillo mientras su cabeza no paraba de preguntarle:¿De qué coño va todo esta mierda? ¿Estaré paranoico o aquí están pasando cosas raras? Porque esto es, de todo, menos normal.
Pablo apenas había pegado dos caladas ansiosas a su pitillo mientras su cabeza no paraba de preguntarle:¿De qué coño va todo esta mierda? ¿Estaré paranoico o aquí están pasando cosas raras? Porque esto es, de todo, menos normal.
Primero, lo del nombre de la rubia. La verdad es que podían haber sido un poco mas originales a la hora de inventar un nombre falso, aunque entiendo que no fuese algo prioritario para unos "trapicheros". Y luego estaba lo del numerito de "los rusos". Félix podía contarle la milonga que quisiese, pero Pablo tenía claro que aquello había sido un intento de asustarlo y que se marchase de vacío, o algo por el estilo. Era todo muy raro.
Y para colmo estaba lo del camarero, que seguro que tampoco se llamaba Félix ni tenía una ex-mujer en Vigo. Cuando llegaron a la cervecería hablaba con las "erres" como "des", un poco al estilo Rajoy, pero cuando le había "confesado" lo de la broma hablaba perfectamente, sin defecto ninguno. ¿Qué coño era eso?, pensó. Aquel estaba siendo, sin lugar a dudas, un día raro de cojones.
Lo más sensato igual era dar por perdida la pasta y largarse al hotel pero Pablo no había llegado hasta este punto de su vida tomando decisiones sensatas, mas bien todo lo contrario, así que decidió jugar una "mano" más. Hasta que llegase la rubia. Insistiría en recoger la mercancía allí fuera y se largaría al momento, sin volver a entrar en la cervecería para nada.
Todavía dándole un ultimo repaso a su plan, Pablo vio aparecer a la rubia a lo lejos. Al darse cuenta de que él estaba fuera del bar, fumando, la rubia aminoró el paso y se detuvo al llegar al lado de Pablo, mientras encendía también un cigarrillo.
- ¿Todo en orden?, preguntó Pablo tras una "calada" al cigarro de la que el propio John McClein estaría orgulloso.
- Sí, todo en orden. El palomo está en la jaula, contestó Yaiza con una sonrisa mientras su mano izquierda buscaba la de Pablo, con disimulo, para darle el encargo. Está todo lo que me pedías, le dijo. ¿Te parece que entremos para despedirnos de Félix?
- Fumemos el pitillo con calma, contestó Pablo mientras palpaba con los dedos el "paquetito" que acababa de entregarle la rubia. No será necesario que entre al baño a comprobar que todo está en orden, ¿verdad?, faroleó Pablo.
- Es lo que me pediste pero si quieres hacer una "cata" del material hazla...Siempre que me pongas también una muestra a mí, respondió la rubia con su mejor sonrisa de "niña buena". Como tú veas..., dijo mientras hacía "oes" con el humo de su cigarro.
- No será necesario, contestó Pablo. Me fío de ti y además tengo algo de prisa. De hecho, lo mejor será que me vaya ya. Ya pagué las consumiciones antes de salir a fumar... Por cierto, continuó Pablo mientras se acercaba a la rubia para darle un par de besos a modo de despedida, ¿Cómo se llama la discoteca en la que trabajas?
- Jungle's Bar, dijo la rubia mientras devolvía los besos de despedida. Pero no te vayas, dijo mientras lo cogía suavemente por al trabilla del pantalón, entramos, probamos y nos despedimos de Félix.
- Otra vez será encanto, dijo Pablo mientras se soltaba de la rubia y se daba la vuelta. Seguro que te veo esta misma noche, comentó mientras echaba a andar con la mayor naturalidad de la que fue capaz.
El plan parece que funcionaba. Pablo había comenzado a caminar y no había escuchado nada anormal a sus espaldas. Al doblar la primera esquina decidió girarse, con disimulo, para ver qué pasaba. No había nadie cerca, por lo que aprovechó para abrir rápidamente el "paquetito", mientras se giraba tras la esquina para ver a la rubia, aún fumando en la puerta de la cervecería. La hierba era buena, eso fue fácil de averiguar en cuanto abrió el envoltorio.
Para la coca necesitaría una "cata rápida". Comprobó que no venía nadie de nuevo, abrió una de los "pollos" y cogió una pequeña muestra con la uña de su meñique. Aspiró con firmeza. El sabor amargo en su garganta y el tránsito por su tabique no daban lugar a engaño..."She don't lie She don't She don't lie...Cocaine", que decía Eric Clapton.
¿Qué cojones había sido entonces lo de la cervecería?, ¿A que venía aquel carnaval?, se preguntó mientras caminaba hacia el hotel. Desde luego el día estaba siendo muy raro. De concurso.
Pablo encendió el teléfono, dispuesto a concentrarse en su siguiente tarea: llamar a Carmela. Al arrancar, el móvil le avisó de que tenía varios mensajes en el buzón pero, en ese momento, lo importante era hablar con Carmela, así que luego miraría los mensajes. Buscó el numero y llamó...
- Hombre Pablo, escuchó al otro lado de la línea telefónica, ¡por fin das señales!
- Solo ha pasado una hora desde que me llamaste, respondió Pablo, ¿Qué podrá ser tan urgente que una hora de espera durante mis vacaciones te parezca tanto tiempo? Seguro que es para echarme la bronca por alguna carta que aún te llega a casa o por la comida con mi familia el día de Navidad, ¿En serio que no podías esperar a que volviese para pegarme la bronca?
- ¡Lo que me faltaba por oír!, dijo Carmela. De eso ya hablaremos cuando vuelvas, amenazó. ¿No has oído el mensaje que te deje en el buzón? ¿No has oído los que te dejó Mayte? ¿Me quieres explicar para que mierda tienes buzón de voz si luego no escuchas los mensajes?, preguntó de forma encadenada Carmela.
- No, no y no te importa, contestó Pablo en el tono preciso para que Carmela pasase de mosqueada a jodidamente cabreada.
- Mira Pablito, dijo Carmela con un tono que Pablo conocía muy bien. Miras el buzón, escuchas mi mensaje y luego, si te parece bien, me llamas. Adiós!
Carmela colgó el teléfono con brusquedad y Pablo lo pudo percibir perfectamente a 1.600 kilómetros de distancia. Lo mejor sería escuchar el puto mensaje y llamarla desde la habitación.
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