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- La Piscina (III)
Publicado por : Adycto
18 de decembro de 2013
Esta é a continuación do relato titulado "La Piscina". Se queres lelo dende o comezo preme neste enlace.
Pablo dejó que el móvil sonase mientras giraba la cabeza buscando el nombre de la calle en la que entraba. Era la calle Castillo. Elvis seguía sonando mientras Pablo descubría a la rubia de la piscina a media calle, parada enfrente de una tienda cuyo cartel la señalaba como el punto de encuentro: la Carnicería Lisboa. Elvis enmudeció y Pablo aprovechó para apagar su móvil mientras se acercaba a la rubia.
- Hola Pablo, ¿cómo estás?, le dijo la rubia mientras se acercaba para saludarlo con un par de besos. ¿Encontraste la calle sin problemas?
- Si, sin ningún problema, contestó Pablo. Todo en orden, le dijo mientras respondía a los dos besos.
- Si te parece, vamos a entrar en esa cervecería de ahí enfrente, le dijo la rubia señalando al otro lado de la calle. El local es de un conocido mío y tiene la mejor cerveza de barril de la isla, continuó.
- Me parece perfecto. Me apetece una cervecita bien fría.
La rubia se giró y comenzó a cruzar mientras Pablo, aprovechando el momento, le hizo una radiografía completa. Rubia natural, con la piel morena del sol y unas tetas que casi parecían naturales. Fibrosa, metro setenta y cinco setenta y seis, y un culazo de escándalo.Subida a unos tacones y con poca ropa sería capaz de llevar a cualquier hombre de la mano al infierno, así que la discoteca para la que trabajaba tenía que estar encantada con ella.
Cruzó la calle todavía pendiente del culo de la rubia y, ya a su lado, entró en la cervecería. Era un local extraño. Contaba con una estupenda barra con al menos 14 grifos de cerveza distintos, pero estaba decorado como una especie de fusión entre un pub irlandés y una cafetería de esas de echar la tarde con tus amigos preadolescentes delante de un trivial y con una consumición por barba.
La rubia iba delante, camino de la barra, y Pablo detrás, pendiente aún de su culo. Al llegar a los grifos la rubia saludó al tipo de la barra, un ex culturista de cerca de metro noventa que pasaba holgadamente de los 50. Le pidió un par de "cañas del día" al tiempo que me presentaba.
- Félix, le dijo, este es mi amigo Pablo. Es de Vigo. ¿Tú ex mujer no era de Vigo?, inquirió la rubia.
- Eda Eda, respondió Félix con un deje al hablar que no le ayudaba a parecer inteligente. ¿Qué tal, Pablo, como estás?, preguntó amablemente. ¿Sigue habiendo buenos culos por Vigo?
- Las cuestas tienen ese efecto sobre la anatomía femenina, respondió Pablo con una sonrisa, todo el día arriba y abajo...se tiene que notar.
Félix rió sonoramente.
- Por eso te lo decía...aunque bueno, ¿tendrás queja del de Yaiza? , preguntó socarronamente.
Antes de que Pablo pudiese contestar nada, la rubia se giró hacia Félix y le indicó la mesa en la que se iban a sentar con un gesto de cabeza mientras, clavando en él sus ojos marrones, le espetaba un sonoro "menos culos y mas cañas" que ponía fin a la conversación sobre formas femeninas.
Pablo se despidió de Félix con un gesto de cabeza y siguió a la rubia -de la que ahora ya sabía su nombre- por entre las mesas del local. No había demasiada gente a esa hora y no tuvieron problema en llegar a la mesa escogida. Ya sentados el uno frente al otro la "negociación" fluyó con fluidez. Cuando Félix se acercó con las cañas el business estaba cerrado y Yaiza tenía ya en su poder los 200 euros en los que había quedado cerrada la operación, con la comisión de la rubia ya incluida.
-Bueno Pablo. Ahora voy a salir a buscar los "centollos", que diría Manquiña. Tardaré 20 minutos. Treinta como mucho. Tómate la caña tranquilamente que antes de que te des cuenta estoy de vuelta.
- Aquí te espero, Yaiza.
Pablo observó con atención a Yaiza mientras se alejaba entre las mesas buscando la salida. Tenía un culo impresionante, la verdad, pero la experiencia le decía que estaba fuera de su alcance. Pablo era alto, cerca del metro noventa, pero ya enseñaba demasiado cartón para acabar de debutar en la treintena y, a pesar de que se machacaba cada día en el gimnasio, nunca tendría las abdominales del expresidente Aznar. Le gustaba demasiado la buena mesa. Además estaba empezando a pensar que su última apuesta estilística, una espesa y larga barba estilo bohemio, no estaba dando los frutos esperados.
Yaiza había salido ya del local, así que Pablo decidió concentrarse en la extraña mezcla de estilos que conformaba la decoración del local. En esas estaba cuando se percató de que Félix le estaba haciendo gestos desde la barra. Estaba señalándole disimuladamente a dos tipos, con aspecto de rusos o rumanos o algo así, que en ese momento se dirigían hacia su mesa.
Mierda, pensó Pablo mientras trataba de poner cara de turista inocente.
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