Publicado por : Adycto 25 de xuño de 2007


Aínda que hoxe hai moitas noticias que comentar, decidín deixar unha fiestra aberta no blog á literatura e, concretamente, a un artigo do libro de Eduardo Galeano "El fúbol a sol y a sombra" que hai poucos días prestoume unha querida amiga. O libro está moi ben e, se es aficionado ao deporte rei ou se estás totalmente en contra do mesmo, deberías leelo xa que seguro que che vai "enganchar" rapidamente. O libro en concreto é unha escolma de artigos cortos nos que se fala de diversos aspectos, anécdotas e historias vencelladas co futbol e, para non falar sen coñecer, os achego un artigo titulado "¿El opio de los pueblos?". O artigo vai orixinal en español para tratar de respetar ao máximo o sentido dado polo autor ao mesmo. Espero que os guste tanto como a min.


¿El opio de los pueblos?


En qué se paree el fútbol a Dios? En la devoción que le tienen muchos creyentes y en la descofianza que le tienen muchos intelectuales.


En 1880, en Londres, Rudyard Kipling se burló del fútbol y de las "almas pequeñas que pueden ser saciadas por los embarrados idiotas que lo juegan". Un siglo después, en Buenos Aires, José Luis Borges fue más sutil: dictó una conferencia sobre el tema de la inmortalidad el mismo día, y a la misma hora, en que la selección argentina estaba disputando su primer partido en el Mundial del 78.


El desprecio de muchos intelectuales conservadores se funda en la certeza de que la idolatría de la pelota es la superstición que el pueblo merece. Poseída por el fútbol, la plebe piensa con los pies, que es lo suyo, y en ese goce subalterno se realiza. El instinto animal se impone a la razón humana, la ignorancia aplasta a la Cultura, y así la chusma tiene lo que quiere.


En cambio, muchos intelectuales de izquierda descalifican al fútbol porque castra a las masas y desvía su energía revolucionaria. Pan y circo, circo sin pan: hipnotizados por la pelota, que ejerce una perversa fascinación, los obreros atrofian su conciencia y se dejan lleevar como un rebaño por sus enemigos de clase.


Cuando el fútbol dejó de ser cosa de ingleses y de ricos, en el río de la Plata nacieron los primeros clubes populares, organizados en los talleres de ferrocarriles y en los astilleros de los puertos. En aquel entonces, algunos dirigentes anarquistas y socialistas denunciaron esta maquinación de la burguesía desitnada a evitar las huelgas y enmascarar las contradicciones sociales. La difusión del fútbol en el mundo era el resultado de una maniobra imperialista para mantener en la edad infantil a los pueblos oprimidos.


Sin embargo, el club Argentinos Juniors nació llamándose club Mártires de Chicago, en homenaje a los obreros anarquistas ahorcados un primero de mayo, y fue un primero de mayo el día elegido para dar nacimiento al club Chacarita, bautizado en una biblioteca anarquista de Buenos Aires. En aquellos primeros años del siglo, no faltaron intelectuales de izquierda que celebraron el fútbol en ligar de repudiarlo como anestesia de la conciencia. Entre ellos, el marxista italiano Antonio Gramsci, que eligió "este reino de la lealtad humana ejercida al aire libre".

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