Publicado por : Adycto 14 de novembro de 2013

A fama de Xornal Aberto nos últimos meses é tal que ata chégannos peticións de textos en castelán. E como somos xente de ben, tratamos de atender as demandas dos nosos avezados lectores. Por iso subimos hoxe este post titulado "La Piscina" e se vemos que gusta seguiremos contando a historia...Xa nos diredes!




Entonces, se escuchó un grito. Pablo dejó su mochila en el suelo y se detuvo en el medio de la estancia, con la cabeza ladeada y la mano derecha ligeramente elevada, como reclamando silencio a un grupo imaginario de acompañantes ruidosos. Pero no escuchó nada más. Además, estaba muy cansado. Tanto como para no preocuparse por un grito en una habitación de hotel que no fuese la suya. Tanto como para meterse en la cama con la ropa puesta. Tanto como para ni siquiera preocuparse de apagar la luz. 

Pablo estaba ahora en la piscina de un hotel en Lanzarote. Con pulsera de "todo incluido" en la muñeca y una rubia, más desnuda que vestida, hablando sobre dinero, pesos y medidas de tiempo. Entonces comenzó a sonar "Suspicious Mind". La piscina y la rubia se fueron desvaneciendo, pero la música sonaba cada vez más alta. Pablo se dio cuenta entonces de que lo que sonaba era su teléfono. Frunció la boca, exhaló un suspiro, se cagó en todo por su mala suerte y regresó a la habitación de hotel mientras su mano derecha lograba apagar, por fin, la alarma del maldito teléfono. 

Y  así despertó. Con la ropa puesta, la luz encendida y una erección de quinceañero de la que únicamente era responsable la rubia de la piscina. Pablo se incorporó mientras sus manos frotaban con firmeza sus ojos y un profundo bostezo deformaba su rostro arrancándole una lágrima. La ducha caliente acabó de despertarlo. Ya vestido y con su mente ocupada solo en cafeína y nicotina cogió su mochila y cerró la puerta a sus espaldas. El ascensor lo dejó en recepción desde donde, una vez solventado el trámite mercantil por su estancia en el hotel, se dirigió a la cafetería.

Al tiempo que apuraba un excelente "garoto escurinho" buscó en su teléfono el número del "radiotaxi". Acto seguido, cargó con su mochila hasta el enorme cenicero situado en las escaleras de entrada del hotel e hizo la llamada para pedir que lo recogieran. Antes casi de poder terminar su primer pitillo del día, vio aparecer el taxi entre la molesta lluvia que en esos momentos caía. 

- Bom día, senhor. Para onde ir?, preguntó el taxista en cuanto Pablo estuvo acomodado en el asiento trasero. 

- Rúa do Castelo 47, respondió Pablo.

Mientras el coche se incorporaba al tráfico, Pablo se reclinó cómodamente en el asiento y disfrutó del decadente encanto de una ciudad en la que reinaba el desasosiego, ya desde primera hora de la mañana. La magia del viaje la rompió "El Rey" con los primeros acordes de su "Suspicious Mind". Pablo buscó el teléfono en su bolsillo. Lo sacó, pero no estaba sonando. Entonces se percató de que la canción sonaba en la radio y sonrió para sus adentros, mientras volvía a concentrarse en el paisaje urbano que estaba atravesando. 

El taxi y la ciudad se fueron desvaneciendo, pero la música sonaba cada vez más alta. Pablo regresó a la tumbona y a la pulsera de colores. La rubia ya no estaba y la espalda le ardía como consecuencia de una prolongada exposición al sol sin la debida protección. Buscó el teléfono, todavía adormilado, pero no llegó a tiempo de coger la llamada con sus dedos aún torpes. Se frotó los ojos mientras se incorporaba y se ponía la camiseta que había dejado sobre la mesita, justo al lado del último Margarita a medio terminar. 

Ya sentado sobre la tumbona cogió un pitillo de la cajetilla y lo encendió tratando de aclararse. Vaya sueño raro acababa de tener, pensó mientras disfrutaba de cada una de las largas caladas que daba al cigarro. Entonces miró el teléfono para ver quien lo había despertado y vió que era un móvil que no tenía en la agenda. Estaba a punto de darle a rellamada cuando el teléfono sonó de nuevo, esta vez con el "latigazo" que le avisaba de un SMS entrante. Era del número que lo había despertado: "18:00 horas. Calle del Castillo, 47. Carnicería Lisboa. Nos vemos en la puerta.Si entras sin mí no vas a conseguir nada". 

Pablo recordó entonces a la rubia con claridad. Lo había abordado en la piscina con la excusa de darle pases para una discoteca y, a las tres frases, ya le estaba ofreciendo drogas. Pablo había tardado medio segundo en aceptar el ofrecimiento y ella le había pedido su teléfono para cerrar el negocio. Y por lo visto, el negocio ya estaba en marcha. Pablo miró su reloj. Eran las 4 así que lo mejor sería que subiese a ducharse si quería llegar a la cita con su camello.No tenía idea de cuanto tiempo le llevaría ir desde el hotel a su cita aunque la dirección, extrañamente, le resultaba familiar. 

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